La provincia de Caravelí, en la región de Arequipa, se vio sacudida por un devastador sismo de magnitud 7.0 en la madrugada del viernes. El impacto dejó una estela de destrucción y desafíos para sus habitantes, quienes ahora luchan por recuperarse mientras enfrentan las réplicas persistentes que continúan amenazando su tranquilidad.
El primer ministro Gustavo Adrianzén, acompañado por el gobernador Rohel Sánchez, realizó una inspección en la zona, donde el Gobierno Regional de Arequipa reportó al menos 51 personas damnificadas. Este consolidado reveló que 24 personas sufrieron pérdidas en Yauca, 10 en Jaquí y 17 en Acarí. Además, se contabilizaron 144 personas afectadas y 2 lesionadas como consecuencia del sismo inicial.
Daños y desafíos
Los estragos materiales fueron significativos: 37 viviendas afectadas, 11 de ellas destruidas y 3 inhabilitables. Un puente en Huanuhuanu también resultó dañado, complicando aún más el acceso y la movilidad en la región. Las instituciones educativas y de salud no escaparon al impacto; 17 colegios y una institución educativa se vieron afectados, mientras que cinco centros de salud sufrieron daños en sus estructuras.
Otras estructuras cruciales como iglesias, reservorios de agua potable, canales y defensas ribereñas también fueron severamente afectadas, reflejando la extensión del desastre en Caravelí.
Respuesta y reconstrucción
El gobierno regional ha movilizado recursos para limpiar las vías bloqueadas por deslizamientos y restablecer el tránsito vehicular, aunque la habilitación de carpas para los damnificados aún está pendiente, según informes del Centro de Operaciones de Emergencia Regional.
Mientras tanto, las réplicas continúan azotando la región. Hasta el momento, se han registrado hasta 16 réplicas, con al menos 30 personas heridas según el Instituto Geofísico del Perú. La más intensa, de magnitud 6.4, volvió a despertar el miedo entre los habitantes de Caravelí esta madrugada, aunque no se reportaron nuevas víctimas.
El presidente ejecutivo del IGP, Hernando Tavera, ha destacado la necesidad de monitorear de cerca la situación sísmica en la región, subrayando la imprevisibilidad de estos eventos naturales. En Caravelí, la resiliencia de sus habitantes se pone a prueba una vez más, mientras se preparan para reconstruir lo perdido y enfrentar un futuro incierto, pero con la esperanza de recuperar la normalidad que el sismo les arrebató en un abrir y cerrar de ojos.