Vamos, vamos a cantar
al compás de mi vigüela
unas coplitas amenas
que a la par, dicen verdades.
A ver si nuestros males
se van con oírlas
o incomodo a algún chancapecho,
de esos que rezan la misa.
Comencemos, empecemos,
que me pica la garganta,
porque lo que voy a decir
a más de una vieja espanta.
Ah verdades, Ay verdades
que hincan y nos incomodan;
no veo llegar la hora
en que empiece esta canción.
Comienzo pues, de una,
con el problema común:
los que se creen señores
por su apellido y sazón.
Naides les diga nada,
porque disos son lo pior,
lo mejor será ponerlos
en pared con pelotón.
Ah verdades, Ay verdades
que hincan, duelen, incomodan;
no veo llegar la hora
de seguir esta canción.
Que cosas no he oído
de los falsos blancos criollos,
que al mundo tratan de cholos,
de ignorantes, de altiplanos.
Puquinas, aimaras, quechuas,
son esencia y nuestra sangre,
parece que siguen creyendo
el cuento de la creación.
Ah verdades, Ay verdades
que hincan, duelen, incomodan;
no veo llegar la hora
en que aplaudan la composición.
Y qué hay de los cucufatos
que aseguran su salvación
y por debajo, el corazón
lo tienen todo podrido.
Ayudan al limosnero
cuando precisa la gracia
y al lunes ya se le pasa
la santidad del domingo.
Ah verdades, Ah verdades
que hincan, duelen, incomodan;
no veo llegar la hora
en que se anime esta canción.
Los viejos moralistas
que dicen todo saber
no ven que ya el poder
se les ha acabau del todo.
Aquellos piensan que todo
se resuelve por la edad,
lo bueno es que su vanidad
les ha de durar muy poco.
Ah verdades, Ah verdades
que hincan, duelen, incomodan;
no veo llegar la hora
en que apachurren el corazón.
A todos los “especialistas”
que un libro jamás agarraron;
reyes en tierra de tuertos,
príncipes, en la de mancos.
No merece ni un aplauso
por haberlo intentado,
merecen mil condenas
por confundirnos tanto.
Ah verdades, Ah verdades
que hincan, duelen, incomodan;
no veo llegar la hora
en que termine esta canción.
