El reciente feminicidio en Arequipa, donde una joven madre fue brutalmente asesinada por su expareja en Cayma, no solo es una tragedia individual, sino un símbolo alarmante de un problema sistémico y persistentemente ignorado en nuestra sociedad. Este caso refleja no solo la incapacidad del sistema judicial y de protección para prevenir estas tragedias, sino también una falta de compromiso real para abordar las raíces profundas de la violencia de género.
Fallas del sistema de protección
Es indignante que la víctima, a pesar de haber denunciado previamente los abusos físicos y psicológicos que sufría, no haya recibido la protección adecuada. Las medidas de seguridad fallaron estrepitosamente, dejando a dos niños sin madre y a una comunidad devastada. Esto evidencia una negligencia y una falta de voluntad política para implementar políticas efectivas que protejan verdaderamente a las mujeres en riesgo.
Las cifras alarmantes de feminicidios y violencia de género en Arequipa son un llamado urgente a la acción. No podemos permitir que las estadísticas sigan aumentando sin consecuencias reales para los agresores y sin soluciones efectivas para las víctimas. Las políticas públicas deben ser más que simples declaraciones de intención; deben ser implementadas con recursos adecuados, capacitación profesional y supervisión constante.
Es inaceptable que en pleno siglo XXI las mujeres sigan enfrentando niveles tan altos de violencia en todos los ámbitos de la sociedad. La cultura machista arraigada sigue perpetuando un ciclo de abuso y discriminación que debe ser enfrentado de manera decidida y estructural. No basta con condenar los casos individuales; se necesita un cambio cultural profundo que eduque desde la infancia sobre la igualdad de género y el respeto mutuo.
Las iniciativas como la Línea 100 y los Centros de Emergencia Mujer son fundamentales, pero deben ser fortalecidas y ampliadas para garantizar que todas las mujeres en riesgo tengan acceso inmediato a ayuda y protección. Además, es crucial que las autoridades competentes respondan con diligencia y sensibilidad a cada denuncia de violencia de género, asegurando que las medidas de protección sean efectivas y respetadas.
Como sociedad, debemos exigir justicia para las víctimas y responsabilidades claras para los perpetradores. No podemos permitir que la impunidad y la indiferencia continúen alimentando esta epidemia de violencia. Es hora de que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad de construir un entorno seguro y equitativo para todas las personas, donde ninguna mujer tenga que temer por su vida o su integridad simplemente por ser mujer.