La reciente propuesta para permitir la reelección de gobernadores regionales y alcaldes en Perú ha reavivado un debate que toca el corazón de la democracia y la eficiencia gubernamental. La congresista Patricia Juárez, de Fuerza Popular, ha defendido esta iniciativa argumentando que la prohibición vigente, instaurada en 2015 y aplicada desde las elecciones de 2018, no solo ha fallado en reducir la corrupción, sino que también ha debilitado la capacidad de los gobiernos regionales y municipales para ejecutar sus presupuestos y desarrollar una carrera política sólida.
Es coherente, según Juárez, restablecer la reelección para estas autoridades, en línea con la reciente decisión del Congreso de permitir la reelección parlamentaria. Ella sostiene que cortar abruptamente la posibilidad de continuidad en los cargos impide a los gobernadores y alcaldes culminar proyectos de largo plazo, afectando la estabilidad y el progreso regional.
¿Debate innecesario?
Sin embargo, no todos comparten esta visión. Críticos como los congresistas Oscar Zea y Pasión Dávila del Bloque Magisterial, argumentan que permitir la reelección puede desviar la atención de los gobernadores y alcaldes de sus responsabilidades hacia la campaña política, incentivando además la malversación de fondos públicos. La preocupación es que, en lugar de enfocarse en gobernar, las autoridades podrían priorizar su permanencia en el poder, utilizando recursos estatales para asegurar su reelección.
Desde una perspectiva histórica, la prohibición de la reelección fue una medida destinada a combatir la corrupción y fomentar la renovación política. Sin embargo, la evidencia sugiere que esta medida por sí sola no ha sido suficiente para lograr estos objetivos. La corrupción sigue siendo un problema significativo y la falta de experiencia y continuidad ha afectado la gestión pública.
La cuestión de fondo radica en encontrar un equilibrio entre la necesidad de continuidad y experiencia en la gestión pública y la prevención de abusos de poder y corrupción. Una posible solución podría incluir mecanismos de control y supervisión más rigurosos, junto con la reelección, para garantizar que los recursos públicos se utilicen correctamente y las autoridades sigan siendo responsables ante los ciudadanos.
En conclusión, el debate sobre la reelección de gobernadores y alcaldes no es simplemente una cuestión de permitir o prohibir. Es necesario considerar un enfoque más integral que aborde tanto la eficiencia administrativa como la integridad política. Las reformas deben diseñarse cuidadosamente para fortalecer la democracia, mejorar la gobernabilidad y asegurar que las autoridades sirvan a los intereses del pueblo, en lugar de sus propios intereses políticos.