Los restos simbólicos de Fernando Túpac Amaru, el hijo menor del líder indígena José Gabriel Condorcanqui, más conocido como Túpac Amaru II, llegaron al Perú procedentes de España, luego de más de dos siglos desde su exilio forzado. Las autoridades cusqueñas recibieron formalmente estos restos en Madrid, y ahora serán trasladados a la ciudad imperial para rendirle homenaje.
Retorno histórico desde Madrid hacia Cusco
En una emotiva ceremonia realizada en el Templo de San Sebastián en Madrid, España, el alcalde de Cusco, Luis Pantoja Calvo, recibió oficialmente los restos simbólicos del héroe histórico Fernando Túpac Amaru. Este acto marca un momento trascendental, pues representa la recuperación y reconocimiento histórico de un personaje emblemático en la lucha por la independencia del Perú y América Latina.
Las autoridades cusqueñas anunciaron que los restos serán trasladados próximamente al Cusco, ciudad natal de la familia Condorcanqui Bastidas. Allí, se prepara una serie de ceremonias y actos conmemorativos para honrar la memoria del joven héroe y su familia, quienes lideraron en el siglo XVIII la mayor rebelión indígena contra el dominio español.
La trágica historia detrás de Fernando Túpac Amaru
Fernando Túpac Amaru tenía apenas 12 años cuando presenció la ejecución de sus padres, José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II) y Micaela Bastidas, así como la muerte de su hermano mayor, Hipólito, en 1781. Este acto cruel fue represalia por liderar la gran revuelta contra el dominio español en América colonial.
Según relata el historiador cuzqueño Óscar Cáceres, Fernando sufrió una doble tortura: psicológica y física. Los españoles lo utilizaron para intentar obtener información de sus padres. “Fernando fue obligado a pedir a su padre que delatara a quienes apoyaban la rebelión. Ante la negativa, también fue forzado a torturar a su propia madre, Micaela Bastidas, quemándole el seno”, explicó Cáceres en entrevista con RPP.
Exilio y muerte en España
Tras estos terribles eventos, Fernando fue exiliado a España junto a su hermano Mariano, sus abuelos y tíos. Allí enfrentó años de pobreza, marginación y dificultades económicas, muriendo prematuramente a los 31 años, lejos de su tierra natal.
La recuperación simbólica de sus restos representa para Cusco y el Perú una reivindicación histórica que busca dignificar su memoria y destacar la trascendencia del sacrificio de la familia Condorcanqui Bastidas en la lucha por la libertad.