El proyecto minero Tía María, gestionado por Southern Perú Copper Corporation, vuelve a ser el foco de atención en el país. Mientras el gobierno y algunos sectores económicos celebran su reactivación, la resistencia social en la región de Arequipa se intensifica, destacando la polarización que acompaña a este proyecto.
El lado de la esperanza económica
Julio Velarde, presidente del Banco Central de Reserva del Perú (BCR), argumenta que la reanudación de Tía María podría infundir confianza en otros proyectos mineros, siendo un catalizador para la inversión privada y el crecimiento económico. Velarde afirma que “cumplió con todos los permisos y parece que tiene la aceptación de la comunidad”, sugiriendo que este paso no solo es positivo para la economía inmediata, sino también para el largo plazo, al generar un efecto dominó en el sector minero.
El gobierno, representado por el ministro Rómulo Mucho, también aplaude esta reactivación, viéndola como un impulso para otros proyectos. Esta perspectiva optimista se alinea con la idea de que la minería puede ser un motor crucial para la economía peruana, especialmente en tiempos de recesión.
La resistencia local y la defensa del territorio
Por otro lado, la comunidad del Valle de Tambo ha dejado claro que su oposición sigue siendo firme. Manifestaciones recientes, que incluyeron el bloqueo de la carretera Costanera y concentraciones en Islay, reflejan un profundo rechazo al proyecto. Los pobladores, enarbolando el lema “Agro sí, mina no”, insisten en que la minería pone en riesgo su principal fuente de sustento: la agricultura.
Las autoridades locales y los líderes agrarios denuncian que Tía María no ha logrado obtener la “licencia social” necesaria y que no se han resuelto los conflictos con la comunidad. Subrayan que el proyecto no ha demostrado ser sostenible ni beneficioso para la región, y destacan la importancia de proteger áreas de biodiversidad crítica como el Santuario Nacional Lagunas de Mejía.
El Pasado y el Futuro de Tía María
El historial de Tía María está marcado por años de controversia y paralizaciones debido a la resistencia social y la ineptitud política. Desde la campaña de Ollanta Humala, quien prometió detener el proyecto y luego tuvo que retractarse como presidente, hasta Martín Vizcarra, quien también frenó su avance en 2019, el proyecto ha sido un símbolo de las tensiones entre el desarrollo económico y la preservación del medio ambiente y los derechos comunitarios.
El reciente anuncio de la reactivación, tras cinco años de parálisis, podría ser una oportunidad para demostrar que los proyectos mineros pueden desarrollarse de manera responsable y sostenible. Sin embargo, esto requerirá una colaboración genuina entre la comunidad, el Estado y la empresa, un enfoque que ha sido esquivo en el pasado.
Un camino por recorrer
La reactivación de Tía María representa tanto una esperanza económica como un desafío social. La clave para avanzar radica en un equilibrio delicado: fomentar el desarrollo económico mientras se respeta y se protege la integridad de las comunidades locales. El camino adelante no será fácil, y dependerá de un compromiso sincero de todas las partes para superar los conflictos y construir un futuro que beneficie a todos.
La pregunta que queda es si esta vez, Tía María podrá romper el ciclo de controversia y convertirse en un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible, o si, por el contrario, repetirá la historia de enfrentamientos y resistencia. El tiempo, y la voluntad de los actores involucrados, tendrá la última palabra.